20 ideas para derretir a tu pareja en un viaje romántico a Nueva York

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Es difícil olvidar el primer viaje a Nueva York que se realiza en pareja, porque la ciudad de los rascacielos y de las compras es también la ciudad de los amantes, de los amores que se encuentran, se solidifican o se refrescan para volver a vivirlos como si el tiempo no hubiera pasado, pisando las hojas caídas en otoño en Central Park o bailando juntos, muy juntos, a ritmo de swing. Pese a sus múltiples culturas y religiones, no hay santo mas reverenciado en esta ciudad universal que San Valentín. Su toque mágico y sensual baña docenas de rincones donde se dan cita los enamorados: para contemplar el puente de Queens, como Woody Allen y Dianne Keaton en “Manhattan”, fundirse en un abrazo inacabable como Jane Fonda y Robert Redford en “Descalzos en el parque”, o admirar los escaparates de Tiffany’s como Audrey Hepburn y George Peppard en “Desayuno con diamantes”.

Seductora y acogedora en cualquier estación del año, esta ciudad intensa y sentimental vive perpetuamente el “día de los enamorados” a la luz de las velas de algunos restaurantes, el glamour de ciertas tiendas, la melancolía de unos cuantos miradores o la serena belleza de los primeros copos de nieve. Si quieres cruzar el océano y viajar al Nueva York más romántico, aquí tienes 20 ideas para derretir a tu pareja.

 

1 UNA HABITACIÓN VICTORIANA

Pequeño, intimo y recoleto, The Inn at Irving Place es la bombonera perfecta para noches románticas rematadas por un suculento desayuno entre el calor de las sábanas. Sus 12 habitaciones, decoradas con exquisito detalle, retrotraen al Nueva York victoriano de hace un siglo, lujosamente retratado en technicolor por Martin Scorsese en “La Edad de la Inocencia”. Pese a su aire retro, las estancias cuentan con todas las comodidades de nuestro mundo tecnológico discretamente camufladas entre las antigüedades. El vecino Grammercy Park, con su aire londinense, el mercado sabatino de frutas y flores en Union Square, y los restaurantes, tiendas y clubs del distrito Flatiron en que se enclava, son otros atractivos para sus numerosos huéspedes europeos.

2 TÉ Y SIMPATÍA

El vestíbulo del elegante Hotel Mayfair-Baglioni es el marco perfecto para tomar el té, una tradición inequívocamente británica que los neoyorquinos han adoptado como suya. Ideal para un romántico tête-a-tête entre el humeante y perfumado Darjeeling, las crujientes pastas de mantequilla o los apetitosos sandwiches de pepino. Lugar de cita tradicional entre la aristocracia mundial, empezando por nuestra Reina Sofia, el Mayfair es uno de los salones de té clásicos de Nueva York. En el vestíbulo podrá aislarse temporalmente del mundanal ruido disfrutando de sus mullidos sofás y de su atmósfera de gran hotel a la antigua.

3 UN PASEO PARA SOÑAR

Cada atardecer decenas parejas cogidas de la mano se dan cita en el parque de Sutton Place, el pequeño jardín presidido por la estatua de un jabalí, que ofrece una de las vistas mas impresionantes del río Este, de sus puentes y de la cercana isla de Roosevelt. Este parque, a los pies de la mansión donde reside el Secretario General de las Naciones Unidas, es el punto de partida para un recorrido por el selecto barrio de Sutton, un puñado de calles de arquitectura europea bordeadas de árboles que Woody Allen inmortalizó en “Manhattan”. Con sólo cuatro calles, el vecino Beekman Place es un barrio salpicado de embajadas que desde los años veinte ha atraído por su aire continental a ilustres vecinos, desde Irving Berlin a Greta Garbo.

4 PUENTE CON VISTAS

No hay puente con mayor fama en Nueva York que el de Brooklyn, el gran puente inaugurado en 1883, que fue el primer colgante del mundo, el de mayor longitud durante dos décadas y también el primero en contar con un paseo para que lo atravesaran los peatones. Todavía hoy se puede cruzar el río Este por ese mismo paseo, de apenas kilómetro y medio, dotado incluso de bancos para sentarse a admirar el impresionante perfil de Manhattan, a cuyos pies desemboca el puente. Washington Roebling, el ingeniero que construyó esta soberbia obra técnica y estética, nunca pudo imaginar que bajo sus arcos ojivales se darían cita un siglo más tarde docenas de parejas que acuden cada día a contemplar el mágico halo dorado con que la puesta de sol envuelve a los rascacielos de Wall Street. Como colofón, nada como leer los versos que el poeta Walt Whitman escribió inspirándose en esta obra.

5 EL MUSEO DE LOS AMANTES

Así puede definirse a la Frick Collection, la lujosa mansión que construyó en 1913 sobre la Quinta Avenida el magnate del acero Henry Clay Frick para albergar sus colecciones de arte, empezando por las eróticas telas de Fragonard que llenan toda una sala. Aunque la mansión está repleta de obras maestras de Rembrandt, Velázquez y el Greco, bellísimos bronces y objetos decorativos europeos y asiáticos, el verdadero encanto de este pequeño museo es la mansión que lo alberga, la belleza de sus patios y la serenidad del jardín central acristalado, donde el aroma de las flores y el rumor de la fuente hubieran inspirado aún más al mismísimo Fragonard.

6 EL JAZZ MÁS CALIENTE

Para escuchar jazz clásico, moderno o música de fusión hay que desplazarse al venerable Blue Note, local por donde ha pasado lo mejorcito del jazz, desde Dizzy Gillespie a Sarah Vaugham. Junto con el legendario Village Vanguard, este club acapara siete días por semana lo mejor de la música neoyorquina por excelencia, algo que disculpa un menú de cena de puro mantenimiento. Como compensación, la sala está decorada con estilo y se pueden escuchar a dos solistas o grupos por noche, además de algún músico amateur de categoría los lunes, hasta altas horas de la madrugada.

7 TABERNA MÁS ACOGEDORA

Con el estilo de una gran dama de los noventa, Grammercy Tavern es la quintaesencia de la taberna renacentista a la neoyorquina. Amplia, colorista, animada. artística y chic por su bar y sus mesas desfila una multitud atractiva y sofisticada para el martini del atardecer o una exquisita cena de gourmet servida sin ceremonias, regada por una imponente carta de vinos y coronada por un desfile de irresistibles postres. Para cenas más íntimas o formales, dispone de restaurante anexo, que compite con su hermano, el cercano Union Square Caf, por el predominio en Manhattan.

8 LANGOSTA, CHAMPÁN Y RASCACIELOS

Esta es la seductora combinación que ofrece el River Café, cuyo chef francés adereza la langosta en un delicioso risotto y ofrece el champán a la temperatura justa para que las burbujas cosquilleen en la nariz. Este clásico entre los restaurantes neoyorquinos, que acompaña con música de piano las cenas más íntimas, está en una barcaza anclada bajo el puente de Brooklyn, desde donde se admiran las luces de la ciudad. Bajo esas mismas luces se enclava Le Stregue, un recoleto y acogedor restaurante italiano en el corazón del Soho, que anima su cocina con jazz o flamenco a la hora de las brujas.

9 NOSTALGIA A RITMO DE SWING

Teatral y elegante el Rainbow Room no ha perdido un ápice de su encanto desde que abrió sus puertas en 1934. Este palacio del art decó, encaramado en el piso 65 de un elegante rascacielos, en pleno Rockefeller Center, es el arquetipo de la elegancia tradicional neoyorquina para bailar el bolero o el foxtrot, como Elizabeth Taylor y Richard Burton, vestidos de noche y con orquesta incluida. Entre baile y baile, la cena es obligada, lo mismo que contemplar las vistas de los rascacielos vecinos a sus tres terrazas.

10 LA TIENDA MÁS SEXY

Sin duda alguna es Henri Bendel, una mezcla de chic a la francesa con un toque americano que seduce nada más traspasar la sólida puerta de bronce que se abre a la Quinta Avenida. Coqueta y llena de color, es imposible resistir las tentaciones de esta tienda, con su moda colorista y sus refinados detalles para el hogar desplegados en múltiples pisos y entrepisos, como bandejas de una pastelería, bajo sus delicadas vidrieras de Lalique. Si hay algo imposible es salir de Bendel sin un perfume o una pieza de lencería, una de las más finas de Manhattan.

11 COPAS EN LA INTIMIDAD

Aunque es uno de los bares de copas más conocidos de la ciudad, desde su atalaya en el piso 26 de la Torre Beekman, el Top of the Tower aún conserva un cierto aire de refugio clandestino para amantes que desean esconderse de las miradas curiosas. Abierto hasta la madrugada, este piano-bar tiene incluso una entrada discreta por el Hotel Beekman, albergado en la misma torre de estilo decó, desde cuya cima, y a la luz de las velas, se disfrutan vistas auténticamente aéreas de los puentes de Queens y Triboro, y de rascacielos como el Chrysler o el mismísimo Empire State Building.

12 AMOR EXÓTICO E IMPOSIBLE

Magnífico. Así es como ha definido la crítica al revival de El Rey y Yo, el musical de más éxito que se representado en Broadway. Narra los amores victorianos e imposibles entre el rey de Siam y Anna, la joven institutriz británica que ha contratado para educar a su numerosa descendencia. Aunque la inolvidable interpretación cinematográfica de Deborah Kerr y Yul Brinner no ha sido superada, Donna Murphy y Lou Diamond Phillips están a la altura de las circunstancias, envueltos en la partitura ultrarromántica de Rodgers y Hammerstein.

13 HECHIZADOS POR LA ÓPERA

No hay broche más sentimental y apasionado para una velada ultrarromántica que contemplar una ópera en todo su esplendor y vestidos de gala en el elegante Metropolitan Opera del Lincoln Center. Igual que les pasó a Cher y Nicholas Cage en la película “Hechizo de Luna” o a Julia Roberts y Richard Gere en “Pretty Woman”, centenares de parejas del mundo entero quedan hechizadas por los amores dramáticos del bel canto, narrados en un auditorio rutilante, tan teatral en los pasillos como en el propio escenario, que hace a las parejas sentirse en la auténtica cima de Nueva York.

14 CAFÉS Y CARTAS DE AMOR

Uno de los rincones más apacibles y encantadores de Manhattan es el café de la Biblioteca Morgan, perfecto para un almuerzo ligero, un piscolabis de media-tarde o un aromático café. Instalado en el jardín cubierto de esta exquisita biblioteca, que se refugia en el palacio renacentista construido por el multimillonario J.P. Morgan a comienzos de siglo, el café es un verdadero oasis, con el atractivo añadido de poder contemplar las cartas de amor de Napoleón y Josefina, o de Lord Byron y su amante, que figuran entre los impresionantes fondos de la Biblioteca.

15 MASAJES PANORÁMICOS

Uno de los placeres más sibaríticos que pueden permitirse los enamorados en Nueva York es pasar un día en el balneario del Hotel Península, el lujoso salón de belleza, masajes y tratamientos instalado en los tres últimos pisos del rascacielos que alberga el hotel, en plena Quinta Avenida. El masaje shiatsu o sueco y las limpiezas de cutis de este balneario son toda una experiencia, lo mismo que un buen baño en la piscina acristalada, con vistas panorámicas de Manhattan, instalada en su piso 21, donde también se puede almorzar o tomar el sol en la espaciosa terraza.

16 FLORES Y LITERATURA

No hay mejor lugar para disfrutarlas que el Jardín Botánico de Brooklyn, el más romántico de los parques neoyorquinos, donde hasta las flores tienen nombres literarios, como las nuevas especies de rosas del jardín de Shakespeare. Pasear por las avenidas de este parque es una delicia todo el año, particularmente en primavera y en otoño, aunque su exquisito jardín japonés, con sus delicados puentes y linternas, resulta igualmente atractivo bajo la nieve.

17 EL MARTINI MÁS FAMOSO

Los mejores martinis de todo Manhattan son, a decir del premio Nobel de Literatura, los del célebre Oak Bar, en el Hotel Plaza. García Márquez no es el único forofo con que cuenta el Oak, pues la barra de este local forrado de madera, que mira hacia Central Park, ha tenido como clientes regulares a grandes estrellas como Charles Chaplin, John Barrymore o Marilyn Monroe. Serio y sobrio, el Oak Bar abrió sus puertas como un establecimiento sólo para caballeros, pero hoy es lugar de cita para parejas para la copa que precede o sigue a la cena.

18 CABARET CON SOLERA

Con su legendario pasado, el Oak Room del Hotel Algonquin parece aún una ventana a épocas más románticas y civilizadas, iluminadas a la luz de las velas, donde se puede cenar y escuchar a las mejores gargantas del género. Los temas inmortales compuestos por artistas de la talla de Berlin, Kern, Hart, Gershwin o Cole Porter resuenan cada noche en este cabaret pequeño e íntimo entre el tintineo de las copas y la acogedora sensualidad del piano.

19 MIRADOR PARA AMANTES

Desde 1931, el mirador del Empire State Building se ha configurado como el clásico lugar de cita para los enamorados que no se han visto en meses o años, como les sucedía a Cary Grant y Deborah Kerr en la inolvidable película “Algo para recordar” (An affair to remember), o a Tom Hanks y su partenaire Meg Ryan en su revival “Slepples in Seattle”, que en España se tradujo también como “Algo para recordar”. Abierto hasta la medianoche, el mirador del piso 102 de este rascacielos corta la respiración, y hasta hay quien llega provisto de champán y copas para que la magia del momento sea completa.

20 EN GÓNDOLA POR CENTRAL PARK

No sólo en Venecia se puede disfrutar de este romántico transporte. También el lago de Central Park dispone de la suya, La Hija de Venecia, una flamante embarcación comprada en la ciudad de los canales y atendida por un experto gondolero entrenado en la mismísima capital del Véneto. Tras la cena en el restaurante del lago, The Boathouse Café, se puede abordar la deliciosa barca para un suave bogar por el lago, a la luz de las estrellas. Los que se mareen sólo de pensar en subirse pueden optar el clásico paseo en carroza de caballos por el parque.

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